sábado, octubre 25, 2008

Sin escrúpulos

Una fría niebla desciende por la ladera. Sobre la hierba brilla el manto de la humedad como si fuera un campo de estrellas. Cruzo las piernas y me siento. Enciendo un cigarro, aspiro el humo, y dejo que el soplo de mis pulmones se mezcle con la atmósfera que me rodea.
Es de noche, muy oscura, sin sonidos ni distracciones.
Solo yo.
Me cubro con una manta: rodeo los hombros y aprovecho un resquicio de la misma para limpiar el sudor de mi frente.
Suena el móvil.
Abro los ojos, desaparece la niebla, desaparece la hierba, desaparece la noche….
- Si.
- Tiene que ser hoy.
- De acuerdo – y apago el móvil.
Cierro los ojos y me encuentro de nuevo en la ladera de una montaña, a un millón de años luz de mi planeta y esperando que baje el demonio de la cumbre en donde está escondido.
Espero.
Enciendo otro cigarrillo.
Por detrás de una pequeña loma atisbo una figura errática que camina sin rumbo, haciendo eses, como si fuera una cometa sin cola empujada por el viento.
Es el demonio.
Saco el rifle de su funda, apago el cigarrillo.
El demonio sigue bajando, confiado en su soledad.
Apunto….
Sin embargo, hay algo que me confunde. Un sonido, un extraño sonido que jamás creí poder oír en semejante ser.
El demonio está llorando. Llora de rabia y a borbotones. Su horrible rostro esta lleno brillantes lagunas y de la nariz respingona cuelga un enorme lagrimón.
Me levanto y dejo que me vea.
Se sorprende y deja de llorar.
- Tienes que volver – le digo.
- No quiero.
- Lo siento – le digo mientras levantó el largo cañón del rifle -. Es una orden.
- No lo hagas.
Apunto…. Disparo…. y desaparece la niebla, desaparece la montaña, desaparece todo.
Me encuentro en mi hogar, con mi vida, con mis cosas… y con una lucha interna resuelta. Vuelvo a ser yo, en mi justo equilibrio.
Y suena el móvil.
- ¿Ya lo has hecho? – me pregunta mi jefe de nuevo.
- No, aun no.
- ¿Y a qué esperas?
Cuelgo.
Cierro los ojos, veo a mi demonio, a mi horrible demonio interior, preso de mil cadenas, encerrado en la cárcel de mis carnes y de mis pensamientos, y me dirijo hacia mi lugar en el mundo, a hacer lo que haga falta, a hacer lo que me pida y sin protestar.
Sin escrúpulos.