viernes, febrero 23, 2007

Mi personaje favorito


Yo vivía tranquilamente en mi mundo. No tenía que dar explicaciones a nadie y era libre para hacer lo que me viniera en gana.... Era quizás el personaje de novela mas feliz de cuantos haya inventado el ser humano en sus viajes por la literatura.
Me levantaba cuando picaba el sol en lo alto, cuando las legañas ya se habían aburrido hasta de mi cara; carecía de calzado y de ganas de tenerlo, y mi posesión mas preciada era un simple sombrero de paja medio roído en su coronilla. Aun así, era la envidia del mundo de entero y cualquier niño del mundo habría cambiado todos sus ahorros de la infancia por vivir una tarde a mi lado en el Mississippi, de la mano de mi amigo Tom, o simplemente pescando conmigo mismo, con Huck.
No obstante, un día todo cambió. Las musas decidieron desprenderme de mis peculiaridades y por culpa de un arco-iris primaveral en cuya base se reflejaron mil chocolatinas fui a parar a otra época mucho mas disparatada. Me lancé como un loco a por aquellas relucientes chucherías y cuando quise llevármelas a la boca comprendí que la feliz imagen era una simple alucinación. Sin embargo, tras darme cuenta de mi error, de lo tonto que había sido, caí en la cuenta de que los frondosos árboles de la orilla del río habían desaparecido bajo los brillantes rayos del sol y que unos muelles grises, ataviados con una niebla espesa y oscura, ocupaban por completo el horizonte de mi propia visión. La alucinación en la base del arco-iris había sido un simple cebo para que atravesara una puerta hacia otro mundo y ahora, desamparado, me encontraba en un lugar que nunca había visto.
No comprendía nada. Mark Twain siempre había sido muy bondadoso conmigo... y más que bondadoso, desprendido. Me había creado para entretener a Tom Sawyer en sus curiosas aventuras y desde entonces, aparte de ponerme una caña de pescar en la mano, se había despreocupado de hacerme trabajar o de mandarme a la escuela como al resto de los demás niños. Y sin embargo ahora, cuando ya casi hacía un siglo que se había muerto el viejo, resulta que algún espabilado me estaba utilizando en un experimento literario con un absurdo arco-iris repleto de chocolatinas de mentira.
En aquel muelle de piedra, los barcos no eran a vapor como en el Mississippi, y alrededor del muelle, por encima del pavimento, circulaban ruidosos vehículos que mi nuevo padrino se había inventado para la nueva historia.
- Aparta neno...
Me aparté. Estaban descargando pescado de las bodegas de un barco pesquero y el hielo que se desprendía de las cajas hizo que por primera vez en mi vida echara de menos un buen calzado.
Aterido por el frío, salí de los muelles y me dirigí hacia donde pintaban las casas: unos edificios más altos que ningún árbol y cuadrados como las tapas de un libro. Por en medio de dichos edificios, se hallaban unas calles repletas de gente y de bullicio, de frenéticos movimientos plenamente orquestados: unos para un lado, otros para otro, una anciana muy despacio, un señor muy apurado, unos a voces para hacerse oír, otros saliendo de un bar... Y el caos ante mis desorbitados ojos, que eran incapaces de seguir todo cuanto allí ocurría, que jamás había visto tantas personas juntas, siendo imposible hacer memoria de cuanto ocurría.
- Aparta neno...
Y me apartaba.
Deambulé como un tonto por entre la multitud. Estaba ciego de tanto ver y ni siquiera me di cuenta de los mil inventos que jamás había visto, pues mis ojos se obcecaban sobre aquellos rostros tan decididos, tan marcados y resolutos, atrayendo mi total atención.
- Hola.
- Hola - le respondí a un niño tan gordo como un tonel.
- ¿Porqué no tienes zapatos?
Miré los suyos, manchados del barro por la puntera, y dije:
- Prefiero ensuciar los pies.
- ¿Y abrigo.... no tienes frío?
- Yo no.... Nunca tengo frío - mentí.
- ¿Y tu papa?
Abrí la boca para contar otra mentira, pero una mujer, que debía ser su madre, apareció voluntariosa de dentro de un comercio y, como si yo fuese un apestoso, agarró a su gordo hijo de la mano y se lo llevó de mi presencia antes de que le dijera que mi papa estaba matando indios con el séptimo de caballería.
Fue entonces, tras ver como se balanceaba aquel grasiento trasero al alejarse de mí, cuando sentí el reconocible sonido de mis tripas.
Tenía hambre, por lo que me dejé llevar por mi instinto y al cabo de unos minutos acabé metiendo mi mano por donde el brillo de unas coloradas manzanas.
- Al ladrón - gritó alguien al ver mi atrevida apetencia.
Escapé por en medio de la multitud, acabando en una oscura callejuela, y disfruté de las tres manzanas que había podido conseguir.
- Eh... – oí decir.
Miré hacia una ventana sin cristales con las bisagras medio desvencijadas por la herrumbre, situada al fondo del callejón. Una mano me hacía seña de que me acercara hasta allí.
- Eh... ¿Tienes un cigarro?
- No.
- ¿Me puedes dejar un par de euros?
- No tengo.
- ¿De donde eres?
- No soy de ningún lado.
- ¿Te han robado los zapatos?
- Si.
- Acércate aquí.
Me acerqué muy lentamente. Aquella voz tan estropeada no era muy de fiar.
- Yo soy de Logroño... ¿Y tú?
- De ningún lado - repetí.
- Ja. Que gracioso.
Al llegar junto a la ventana pude verle la cara. A pesar de la voz cascada, su rostro era joven, de facciones muy marcadas, moreno y de afilada quijada.
- Puedes venirte para dentro - me dijo abriendo una hoja de la ventana.
- Yo.... no quiero molestar - dije.
- No seas idiota muchacho.... Te has metido tanta mierda la pasada noche que no te das cuenta ni del frío ni de cómo vas.
Subí por la ventana y una vez dentro tarde un buen rato en hacerme a la oscuridad del interior.
- ¿No hay lámparas? - pregunté.
- El otro día enganché la luz.... pero vinieron los cerdos y me la cortaron...
En la habitación solo había dos colchones y unas cuantas mantas.
- ¿Cómo te llamas?
- Huck.
- Anda.... ¿Eres irlandés?
- Si - dije por decir.
- Yo me llamo Antonio y ya ves, voy tirando de aquí para allá, dando tumbos, pidiendo por las estaciones, y durmiendo donde me pilla la noche. Aquí llevo una semana y en cuanto mejore el tiempo me piro para el sur.... Hasta los cojones del agua y del frío.
- Yo quiero ir hasta el río Mississippi - dije.
- ¿Y a qué? Allí en cuanto te vean te van a meter cuatro tiros... No ves que no quieren vagabundos.
- ¿Vagabundos?
- Si.... Yo vi una película en donde la policía se cepillaba a los vagabundos como si fueran simples sanguijuelas.... Son muy brutos los americanos. Lo arreglan todo a base de ostias.
- ¿Y esto? ¿Aquí?
- ¿En Coruña? También... No te creas. Solo que no hay tantas pistolas y por tanto se ahorra mucho en balas.
- ¿Curuña?
- Oye... Tu estás zumbao, zumbao... A mi me gusta el vino una barbaridad, pero aun tengo sentido de la orientación... ¿Qué mierda te tomas tú?
Muchas de las palabras se me estaban escapando... Curuña, zumbao.... No obstante, estaba satisfecho de la conversación con aquel simpático caballero que además me había acogido en su casa.
- ¿Me dejas coger una manta? - pregunté.
- Claro.
Me envolví hasta parecer una mortaja y poco a poco, al entrar en calor, me fui abandonando al cansancio y al sueño. Por un momento creí que estaba otra vez a orillas del río, esperando por Tom, o tirando de un pez tan grande como la burra de la tía Polly, cuando el humo de la hoguera hizo que me despertara.
- Vaya.... Ya despierta la bella durmiente. ¿No te apetece un chorizo a la brasa?
- ¿No hay cocina en esta casa? - le pregunté al ver el fuego en medio de la habitación.
- Oye, no vaciles.... y tómate este chorizo. Ahí tienes el pan. Está un poco enmohecido, pero puede comerse.
Hinqué el diente en lo que aquel hombre me ofrecía y me acerqué un poco al calor de la hoguera.
- ¿Qué.... está bueno? Y toma neno, un trago de vino.... Como si fuera papaito... eh... Ya me podías dejar que te diera un poco por el culo.
- ¿Qué... culo?
- Tranquilo rapaz.... que era broma.
Probé aquello que Antonio llamaba vino y a punto estuve de devolver cuanto había comido. Nunca había probado una cosa tan amarga.
- ¿Qué pasa? ¿Está chungo el clarete?
- Quiero regresar - dije tras recuperar el aliento.
- ¿A dónde, neno? ¿A Irlanda?
- Quiero volver a mi casa.
- Eres menor de edad... Con ir hasta una comisaría ya está. Te devuelven a tu casa con todos los gastos pagos.
- No es tan fácil. Debo encontrar un arco-iris.
- Claro, por supuesto - se río Antonio.
- Yo no debía estar aquí. Debía estar en la orilla del Mississippi, tumbado, durmiendo la siesta, construyendo cabañas por el bosque, o balsas de troncos para navegar río abajo... Debía estar disfrutando de la vida.
- Y yo muchacho. Yo tampoco debía estar aquí.
- Entonces....
- Yo debía estar en una isla del caribe, bajo unos cocoteros, y discutiendo con Viernes por culpa de un tonel de ron.
- Entonces... ¿Tú también fuiste atraído por las chocolatinas?
- Por supuesto, Huck. A mi también me engañaron las chocolatinas.... Siempre engañan las putas chocolatinas.
- Pues tenemos que hacer algo. Buscar un arco-iris para regresar. Yo al Mississippi, y tú a tu isla.
Me miro con algo de pena.
La hoguera, reflejada en sus ojos, se apagaba poco a poco.
- Pues bébete el vino.
- ¿Cómo?
- El vino es la solución. En cuanto lleves bebido ese cartón de vino empezará a salir el arco-iris.
- ¿De verdad?
Antonio bajó la cabeza.
- ¡Qué mierda, chabal! - gritó - ¿¡Me estás vacilando?!
- No - dije.
- Entonces... ¡Largo de aquí!
- Pero....
- Ni pero ni ostias... ¡Fuera de aquí!
- Pero es que.... soy Huckleberry Finn, el amigo de Tom Sawyer, el famoso personaje de Mark Twain...
- Vale. Y yo soy Antonio López Sabucedo. No soy amigo ni personaje de nadie y esa ventana que ves ahí, esa misma, es la puerta por donde te vas a ir.
Miré el lugar que me señalaba, y con cierta pena, abandoné el calor de aquella pequeña lumbre.
No se cual habría sido mi pecado en el olimpo de los personajes ficticios, pero una endiablada pluma que no era de mi tiempo parecía dispuesta a hacerme sufrir todo cuanto antes había disfrutado a orillas del Mississippi.
- ¿Porqué, porqué?
Y hacía frío…. Mucho frío.
Miré mis pies descalzos y añoré la presencia de mi creador. Si Mark Twain guiase ahora mi destino, si viviese, ya me habría puesto unos buenos zapatos.

2 comentarios:

Dr. Krapp dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Dr. Krapp dijo...

En Coruña sobran arco iris y faltan muchos Huckleberry Finn. Por no tener ni siquiera tenemos una tía Polly, aunque sobren las tías Remedios. Aquí el Río Missisipi, no podemos considerar tal al río Monelos, es un hermoso Oceano medio muerto por el que muchos paisanos hicieron la ruta contraria al bueno de Huck. También se fueron tras las golosinas de una nueva vida y ahí su suerte fue diversa.
Me encantan esos relatos donde podemos darles una segunda oportunidad a nuestros personajes favoritos. ¿Por qué no? Ellos ya no pertenecen a sus autores, los hemos incorporado a nuestras vidas y son en definitiva, parte de nosotros.