lunes, agosto 21, 2006

La ceguera


Oscuridad…
Mi cerebro se hunde, asfixiado por la gravedad de los pensamientos. Abotargado, cautivo de mí, caigo en un remolino triste y gris donde las turbias aguas me envuelven con el celofán de la desesperanza. Poco a poco, casi sin darme cuenta, he ido perdiendo la vista: La canción del horizonte se ha desvanecido melodiosamente hasta silenciarse, y hoy ya no he visto la luz. Así, sin mas, el mundo se ha apagado por completo y todo cuanto lo componía, las personas y lo demás, se han escabullido lejos de mi… muy lejos.
El color y la claridad, el sol…. Tú y la sonrisa, y tú mirada… Las fotografías, el movimiento, los animales… El paisaje.
Todo está ahora apretado en mi mente, en los efímeros y manipulables recuerdos, en mi desbordada imaginación, y tiemblo solo de pensar en que ahora no tengo otra perspectiva que yo mismo. Los detalles que no sea capaz de dibujar sobre mi memoria desaparecerán para siempre, donde el brillo ya no será igual, y lo que es aun peor, infinitamente peor, las nuevas arrugas de tu rostro, esas que irá dibujando el paso del tiempo, tendré simplemente que inventármelas.
Un mundo oscuro, repleto de mil nuevos sonidos, me acoge entre dudas, quizás por simple obligación. Soy un hombre nuevo, que ha cruzado la frontera del arco iris sin luz ni color, y a partir de ahora, de este mismo momento, me entrego entre el miedo a lo único que me queda: mi propia lucidez….
Lucidez…

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